Muerto el perro, muerta la rabia



Nunca antes ha tenido tanta fuerza este axioma popular. Hay un silencio en las redes. Se percibe un ambiente de desasosiego, de labor cumplida. La denuncia, primero, de dos valientes periodistas, y luego la acción decidida de la fiscal general del Estado han logrado lo impensado.

Un expresidente condenado a 8 años por corrupto no es cosa de todos los días ni pelo de rana. Ya hubo otro exmandatario que se vio envuelto en actos de corrupción, que lo antecedió y hoy guarda arresto domiciliario. Es una mancha enorme de vergüenza en el orgullo correísta. Diminuta, si se quiere, frente al amplio listado de crímenes cometidos durante el correato. Condenas pendientes como el secuestro de Balda, son fantasmas que seguirán rondando el sueño del exdueño del país.

Al Capone no terminó en Alcatraz por el grueso de sus crímenes sino por uno pequeño: no pagó los impuestos. A Rafael Correa le pillaron un "préstamo" de 6.000 dólares con fondos provenientes de los sobornos. En el juicio se probó que usó su poder ejecutivo para instigar a otros a armar una estructura delincuencial.

Se viene una grave crisis de identidad en la otrora fortaleza correísta, causada por sus propios demonios y engendros abortados en los 10 años de farra, sobreprecios y desenfreno político. Sin ideología y con un líder prófugo tendrá una muerte política parecida al roldosismos. Con el tiempo perderá fuerza electoral y desaparecerá del mapa político. Ambos tienen las mismas raíces: el populismo. Se sostienen por el carisma de sus líderes. El correísmo, sin Correa, es nada, al igual que la Fuerza de los Pobres sin Abdalá.

Colocar una placa de la ignominia en el atrio de Carondelet -parte de la condena- es una mala imagen para el país. Es un sitio muy concurrido por turistas extranjeros. El nombre de Correa y sus secuaces, no puede compartir honores con otros personajes de nuestra historia. De hecho, en ese sitio se exhiben varias otras que recuerdan hechos históricos como la muerte de García Moreno, la visita del Libertador o la del papa Juan Pablo II.


El único sitio vacante para Correa es el basurero de la historia.

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