Juicio a Romo, un show barato

El juicio político a María Paula Romo, ministra de Gobierno, va camino a convertirse en un papelón mediático. Una Asamblea Nacional que tiene un nivel de aceptación del 2 % en la opinión pública no goza de legitimidad ni de la confianza de la gente. De primer poder de la República ha pasado a convertirse en la mejor escuela de diezmeros y operadores de hospitales. Más parece un centro de formación de alto rendimiento. Y como en toda familia, tengo que decirlo, hay honrosas excepciones, lastimosamente mirando para otro lado.

Si la funcionaria debe irse a su casa que no sea porque la Policía usó bombas lacrimógenas caducadas ni porque estas llegaron a los predios de dos universidades de la capital, que daban refugio a los vándalos que incendiaron y saquearon Quito en octubre del 2019.

La censura a la ministra por esas dos causales enviaría un mensaje equivocado. Y entonces tendremos más brindis y fotos como las de Bolivia, entre Leónidas Iza - Jaime Vargas - Evo Morales - Andrés Arauz, y el prófugo haciendo de coro navideño al otro lado del charco. Sí esos mismos que ahora llaman "bala" a la ministra y de otros que no se sonrojaron cuando le dijeron al presidente patojo de mierda.

Se necesitan al menos 91 voluntades para censurarla. Este juicio más bien parece un lavado de manos, que no les alcanza para limpiarse la cara. La quieren fuera del cargo por lanzar bombas expiradas, pero son incapaces de ponerse de acuerdo y conseguir los votos para destituirla por el reparto de hospitales.

Romo está blindada en la Asamblea. ¡Qué secretos guardará de algunos legisladores que no quieren que el juicio sea presencial! Hay ropa tendida en los pasillos legislativos. Ahora, si algo hay que criticarle a la ministra y a la Policía es no haber actuado con mano dura durante las protestas de octubre. Lo que vivió Quito y el país fue un ataque orquestado y planificado en contra de la institucionalidad del Estado, la democracia y la libertad de expresión. El resto es show barato de tres asambleístas interpelantes. El país tiene otras prioridades.