Tarjetahabientes en la indefensión

En la última semana de marzo pasado fue bien recibida la resolución de la Junta de Política y Regulación Monetaria y Financiera, a través de la superintendenta de Bancos, que anunciaba el diferimiento extraordinario de las obligaciones crediticias. Hasta ahí todo bien, una entidad de control al servicio del consumidor.

Transcurrió marzo y abril meses en que la pandemia del SARS-CoV-2 mostraba todo su poder destructivo: miles de muertes, especialmente en Guayaquil. A la par la economía familiar sucumbía ante el confinamiento, el desempleo y en el mejor de los casos un salario reducido. Las medidas de alivio financiero daban tranquilidad a los jefes de hogares. Bien.

Pocos tarjetahabientes no se acogieron al diferimiento de sus deudas. Solo los que contaban con liquidez suficiente no sucumbieron ante ese canto de sirena. Sabia decisión.

Llegó junio y julio y las cosas cambiaron de color, se tornaron grises, por no decir oscuras. Comenzaron a llegar los estados de cuentas de las tarjetas. Los bancos comenzaron a pedir de golpe la cancelación de los meses acumulados del diferimiento. Ni la mejor pegada de Mike Tyson impactó tanto.

Se creyó que una vez reiniciado los pagos estos iban a ser similares a los de antes de la pandemia. Fue un espejismo que la autoridad bancaria nunca aclaró. En este punto tengo la impresión de que estas asumen que la crisis ya pasó y que todos los tarjetahabientes pueden honrar sus obligaciones crediticias en los mismos términos que antes de la cuarentena.

Dirán para eso está el refinanciamiento. Entonces hemos llegado al meollo del asunto, y puesto el dedo en la llaga. Sí, precisamente ahí es donde los tarjetahabientes quedan a merced de los banqueros, en la completa indefensión.

Lograr una renegociación o refinanciación le cuesta un ojo de la cara al cliente. Primero para acceder a ese mecanismo se tiene que poner al día, luego pactar el plazo, y finalmente se tiene que someter a los altos intereses. Fácilmente la deuda, entiéndase capital más intereses y plazo, puede crecer hasta un 45 % más.

En otros casos cobran intereses sobre intereses. Ofrecen renegociar todo junto, capital, cuotas diferidas, intereses de mora, gestión de cobranza de los meses de la pandemia, que no deberían, mientras que las autoridades miran para otro lado y el defensor del cliente haciendo su mejor esfuerzo de cipayo.

Cierto con la negociación se aplana la curva de las cuotas mensuales, pero el banco se queda en el pico más alto de la espiral cobrando intereses leoninos. y la pregunta es ¿dónde está la Superintendencia de Bancos?

Lo único que hemos podido comprobar en esta pandemia es que los intereses de usura se propagan más rápido que el coronavirus. Si el covid-19 hizo mella en su bolsillo por los gastos médicos y alimentación, los intereses bancarios terminarán la faena con el presupuesto familiar.

El consumidor es el verdadero motor de la economía. El mundo cambió, los bancos no. No les interesa ganar menos y privilegiar la salud financiera de sus clientes. Solo piensan en cuánta utilidad obtendrán al final del periodo. Su principal activo: los clientes son maltratados y esquilmados sin piedad, que se jodan con tal que paguen, esa es la visión de quienes no ha entendido que las cosas cambiaron. (I)

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