El candidato Lasso no come cuentos


Al menos eso es lo que dice. La piel política del movimiento CREO, que lidera el banquero candidato, ha mutado con el tiempo, pero repitiendo los mismos errores del pasado. El 2006 se tragó el cuento correísta. Guillermo Lasso se citó en dos ocasiones con Rafael Correa, de Alianza País, y dos más en noviembre del 2008 siendo Correa presidente. Reuniones que en su momento dieron mucho de qué hablar.

Esto no es nada nuevo. Lasso confirmó esa información en febrero del 2013 a varias radios capitalinas, en diálogo con periodistas quiteños. En aquella oportunidad Diego Oquendo le preguntó a Lasso si aportó a la campaña de Correa, el banquero ni negó ni confirmó el aporte de 50.000 dólares para la campaña. Lasso siempre dijo que eso lo debía responder el propio Correa. Ni Lasso ni Correa se atrevieron a decirnos la verdad de esas reuniones. Esa respuesta siempre quedó flotando en el aire. Ambos hicieron mutis por el foro. Fue un pacto de silencio.

En el 2019 se dio el acuerdo legislativo CREO-Alianza País. En ese entonces lo justificó argumentando que quería gobernabilidad en el país. A las puertas de la campaña electoral del 2021, Lasso se quita ese peso de encima y asegura que el acuerdo solo estuvo vigente hasta enero del 2020. Cosa rara porque hasta hace un mes la ministra de Gobierno alababa el acuerdo entre Alianza País-CREO-BADI-BIN, porque había permitido la aprobación de importantes leyes.

A estas alturas el muerto pesa y apesta, mucho más estando próximos a una campaña electoral. Lasso sabe que esa alianza le resta votos y lo saludable es sacudirse de esa carga política, considerando la poca adhesión y rechazo que tiene el Gobierno.

La piel, renovada o no del movimiento CREO, luce desgastada y aterciopelada, quizás por el paso del tiempo o la ninguna innovación de las propuestas en un entorno en que el coronavirus lo moldeó a su antojo y que hasta el momento nadie ha presentado alterativas más solidarias, un programa de gobierno poscovid.

Guillermo Lasso puede aparentar una imagen nueva, pero su mensaje sigue teniendo la misma plantilla: repetitivo y vacío de arrastre popular. Nos dice que el Ecuador necesita un administrador como él, con más de 50 años de experiencia, y sobre todo ya no come cuentos ni deja que la gente los coma. Quizás es lo único nuevo. La gente después de padecer la apocalíptica pandemia y ver cómo se derrumba la economía familiar lo menos que quiere es escuchar más cuento de los políticos. (II)




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